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LA HUÉRFANA 12 las almas separadas de sus cuerpos, y, al ocultarse 4 sus tiernas miradas, percibió claramente estas palabras, que sacándola de su arrobamiento, la hicieron volver en sí: / — “¡Gracias. hija querida! ¡Gracias, hija querida! Evita el pecado, vive santamente, y algún día te reunirás con nosotros en el Cielo.“ ¿Sería sueño Ó realidad? ¿Esta visión consoladora sería una de esas bellas ilusiones que forja la humana fantasía, Ó uno de los éxtasis maravillosos en que el al- ma justa ve las cosas de la otra vida? No lo sé, ni ella lo sabe; pero sí sé que es verdad lo que acabo de re- ferir. ¿Y vive aún, Aurelia? Sí que vive, pero lejos de los peligros del mundo. * Su nueva Madre ha cuidado de ella con tierna solicitud, y el Esposo que para sí eligió la condujo ya hace tiem- po á su palacio para celebrar con ella místicos desposo- rios. Hoy vive dichosa en un convento de la hermosa Andalucía, donde ella misma me ha contado esta his- toria. E h 4 A E
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