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LA HUÉERFANA 125 María se dirige hacia el Purgatorio por un camino formado de estrellas y tapizado con las flores celestia- les que los Arcángeles derraman por donde pasa Ella; la precede, cantando himnos, el coro de las Vírgenes sin mancha y la acompañan formando cortejo los Prin- cipados del Cielo y los Mártires que: ostentan sobre su frente la corona del triunfo. Al salir del empíreo una grandiosa nube, relucien- te y vaporosa, envolvió á la célica comitiva sirviéndole de brillante carroza, y en - ella comenzaron á descender por el espacio azulado, cruzando por entre las órbitas de los astros que se extremecían de júbilo al pasar cer- ca de ellos la Reina de la creación. Bajan presurosos 4 la mansión tenebrosa destinada 4 la expiación de las almas, mansión cuyas profundidades lindan con la re- gión de los tormentos eternos y cuyas cimas están muy cerca de las regiones de la luz y de las alegrías inefa- bles. Allí son atormentadas en medio de una oscura no- che las almas que de aquí salieron manchadas, y aun- que sus tormentos no son los del infirno, todavía su- fren y padecen como si estuvieran condenadas; sin tener más alivio que el producido por la esperanza cier- ta de salir de allí, aunque ignoran cómo y cuándo. Mas en aquella inmensa morada del Purgatorio no todos los sitios son igualmente lúgubres y espantosos, porque cuanto más se sube en aquel lugar de tormentos, tanto menos duraderas y más suaves són las penas que se pa- decen. La nube que conducía á la Madre del Verbo Eterno paró en los pórticos donde moran los ángeles, que con
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