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APA = LA HUÉRFANA 191 suelo y el encanto de sus virtuosos padres, que en ella, comio-en espejo, se miraban. ¡Cuán feliz era la pobre niñal¡Y creía en su ino- cencia que su dicha no tendría fin, que los pesares, la amargura y los quebrantos de la vida jamás habían de acibarar su felicidad y su ventura; pero cuánto se enga- ñó! ¿Qué dicha ni qué ventura hay que dure en este va- lle de lágrimas? El cólera apareció en nuestras provincias de Levan- te como negro nubarrón, precursor de aciagas tempes- tades; pronto se extiende con rapidez espantosa por.la Península toda; invade la" hermosa villa donde nació Aurelia, penetra en su casa, y despiadado y cruel, en un solo día y de un solo golpe, segó en flor la vida de sus amados padres, dejándola á ella sumida en la más triste orfandad. Ni siquiera tuvo el consuelo de amortajar aquellos seres queridos, de besar aquellas manos bienhechoras, de cerrar aquellos ojos que con delirio la contemplaron, de sepultar con fúnebre pompa y. entregar á la madre tierra los restos mortales de los que el sér le dierón. Una or- den tan cruel como la epidemia misma, la arrancó de su morada, hizo*eerrar la puerta de su casa, y condujo aquellos venerados cadáveres, sobre el carro de la muerte, al insepulto montón que en el c menterio había. ¿Quién podrá decir el dolor y amarga pena que se apoderó de la hu ut oledad? ¿Ouién po- drá contar los gemiís exhaló quella tierna palo ma en.su nido, viéndose desamparada. sin el tuxilio de : A los padres cariñoso

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