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Y LA FLOR DE LA VIRGINIDAD 111 Y el ángel le dijo: Clara, acaba de ser trasplantada á tu corazón la flor de la virginidad; procura que su aroma embalsame el ambiente de este valle de lágri- mas, para que corran muchas almas en pos del grato olor que exhalan sus perfumes. La Virgen María te ha dado por regalo de tu voto una de sus lágrimas virgi- nales: esa lágrima es la fecunda semilla de la virgini- dad, que, sembrada en tu pecho, se propagará por toda la tierra. Sé fiel á tu esposo Jesús, y sin dejar de ser virgen, un ejército de vírgenes te llamará su madre... El vaticinio del ángel se cumplió á la letra. Clara volvió de su éxtasis toda transformada y esparciendo por todas partes el grato perfume de su virtud. Sólo Francisco de Asís supo lo que había pasado en el alma de su venturosa paisana; y poco tiempo después, Clara, la primogénita del Conde de Sossarroso, dejaba el pa- lacio de sus padres y acudía 4 Santa María de los An- geles, donde la aguardaba el Patriarca Seráfico con sus primeros compañeros. Llega á las gradas del altar, .de- pone sus costosas galas, corta la blonda y rubia cabe- llera que le adornaba, y mientras Francisco cuelga la trenza á los piés de la Virgen, Clara pronuncia sus vo- tos, y ellos cantan un divino epitalamio, á la joven des- posada con Cristo. En cumplimiento de las promesas del ángel es lla- mada Clara desde entonces por millares de hijas mi ge- ráfica Madre. La lágrima de la Virgen sembrada en el corazón de otra Virgen propagó por ¡el mundo la flor de la Virginidad, como el lirio plantado en jardín ame- no se multiplica y propaga con rapidez asombrosa.

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