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EL CANTOR dió: «Al religioso que en las pasadas noches haya alte- rado la paz de estos claustros con misteriosos lamentos, mando por obediencia que se manifieste, y si sus gemi- dos tienen algún objeto que á todos nos interese, hága- nos por caridad participantes de ello. Un religioso salió de la fila, quitándose el capucha que cubría su cabeza, y fijando la vista en el suelo, ex- clamó: «Padre Guardián, yo he sido.» Todas las mira- das se vuelven repentinamente hacia aquel fraile dema- crado y seco por los ayunos, al mismo tiempo que un murmullo confuso de muchos labios que se movían apresuradamente dejaban apenas percibir estas pa- labras: —Fr. Jacobo de Todi! —Fr. Jacopone! —El cantor de la pobreza! —El devoto de la Dolorosa! —Qué nueva canción habrá compuesto? Fr. Jacopone no contestó: se arrodilla, besa el suelo y poniéndose el capucho, se dirige con paso firme hacia el órgano. En sus ojos brillaba la llama del genio, y sus plateadas canas parecían córonadas por un nimbo de luz divina. j El Órgano, con asombro de los religiosos, comenzó á gemir, como silo tocaran el Angel del dolor y el de la armonía: el rostro de Jacopone se animó con inspira- ción del cielo, y arrancando de su pecho más que de su garganta un lamento de serafín, entonó esta sublime = elegía: (1) (1). Para inteligencia de los que no saben el latin, ponemos á continuación los conceptos vertidos al castellano: pero como es-

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