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DE LA PUREZA 97 Soy la sonrisa del niñ i nte, el candor y la belleza de la joven pura, la fortaleza y hermosura del EA ASA, a HA AA IE hombre casto, la alegria y el consuelo del religioso, el A lel ist: el mamen la Es | perfume de aliento aci justo, el SUSpIiro a ld Drisa, el per tume ac O A E úl ] 1 , pa Ñ Ñ Ñ 4 los prados, la esencia de las fiores, la gala de la crea- ción... SOY.» —¿Quién eres, deidad misteriosa? —0y Cí emoeieso del cielo, la gioria UC da uUCcrra, la admiración de los que me conocen, la dicha del que | ] me ama, el gozo inmortal de los que me poseen y la tern: 1 Ñ . Pa | » . Ñ a Cterna de 10Ss que me pierden, porque estos pesadill tarde Ó nunca me hallarán. Dichosos los que me buscan, bienaventurados los que me encuentran, y mil veces felices los que cultivan mis flores, los que siguen mis pasos, los que andan por mis sendas y poseen mis te- SOrosS. ¡Per : E SS — ¿Pero quién eres, espiritu celestial: dor de los astros, la claridad del día, la blancura de la nieve, la inocencia del alma, el aroma y la delicadeza de la for. Por eso huyo del ven- isquero al lor del mundo, que me marchita; por Jrasad eso busco el delicioso ambiente de las montañas, que me refresca; por eso me aparto de las orgías del siglo; por eso me acerco á los parajes solitarios, donde el si- lencio es mi rep: so, la humildad mi alimento; la modestia mi vestido, y la mortificación salvaguardia que me de- fiende. —Pero dime, ¿quién eres, deidad encantadora? —5Si para tí soy deidad encantadora, ámame, y si me amas, ven á morar conmigo en la soledad de las flores, en el silencio de la celda Ó en el retiro del hogar
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