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E e . + Nunca quisimos dará la imprenta este trabajo, desti- nado únicamente á servir de norma á nuestros alumnos en el silencio del claustro; y $ hoy lo damosá luz es ce- diendo á ruegos de ilustres personas que desean ponerlo de texto en algunos seminarios y colegios católicos. Hemos dividido la obrita en dos partes principales, literatura y oratoria, por parecernos ser esta la división ue nace naturalmente del fondo mismo de la retórica. ista, según la Academia, es el arte de bien decir ó de embellecer la expresión de los conceptos, dando al Len- guaje escrito ó hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir ó gonmover. Si para conseguir este objeto se vale del lengúaje oral, la retórica se convierte en orato- ria y el retórico en orador; pero si se vale del lenguaje escrito, la retórica se trueca en literatura, y el retórico en literago, bueno ó malo, según sus producciones. La literatura la subdividimos en dos tratados; litera- tura propiamente dicha y bella literatura ó poética. En este último tratado aclaramos y confirmamos las reglas con ejemplos tomados de los mejores poetas; en el pri- mero preferimos los modelos en prosa, aunque casi siem- pre llevenjunto otro en verso, para que el alumno vea que los tropos y figuras retóricas pertenecen por igual á la literatura y á la poesía. . Como esta obrita está dedicada á la juventud eclesiás- tica, hemos aumentado los ejemplos al tratar de las figu- ras, poniendo uno en latin, tomado ya de la sagrada Biblia, ya de los Santos Padres; pues, aunque concede- mos que dichas obras no tienen el latin clásico y puro, defendemos sin embargo, que en ellas hay bellezas retó- ricas de un orden superior, bellezas á donde no alcanza Grecia con todos sus héroes, ni Roma con todos sus dioses. De esta manera los estudiantes se aficionarán 4 la lectura de los profetas y santos, relegando al olvido los voluptuosos autores paganos cuya lectura, cuando no es discreta, acaba por desterrar de los corazones el espíritu cristianc. E No presumimos- haber hecho un libro nuevo ni orizi: nal, por aquello de que nihil novum super terram; pero si creemos y esperamos que sea útil y provechoso á los futuros ministros del altar, cuyo adelanto y santificación deseamos con toda el alma. Fr, A. DE V.

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