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— 67 — jan las circunstancias; en las arengas debe ser vehemente, guardando siempre la verosimili- tud posible en aquellas cuyo original no ha llegado hasta nosotros. En los cuadros y retratos de personajes históricos, las descripciones deben ser vivas y animadas y los rasgos enérgicos, de modo que cada cosa se pinte con sus propios co- lores. Viniendo á las dotes con que debe con- tar el que acomete la gran empresa de escri- bir una historia de alguna importancia, po- demos reducirlas á cuatro; ciencia, discerni- miento, imparcialidad y libertad. A nadie le hace más falta que al historia- dor un gran caudal de ciencia y una vasta erudición. Sin éstas, difícilmente podrá salir airoso de su empeño. ¿Qué haría un historia- dor, que ignorase la filosofía, filología, litera- tura y otros ramos del saber humano? Y si estos conocimientos le son indispensables, mucho más le serán los de geografía, crono- logía, arqueología y demás ciencias auxiliares de la historia; pués, en hecho de verdad, el historiador no debía ignorar nada, y como esto no le es posible, debe solicitar el auxi- lio de las academias y corporaciones cientí- ficas, aprovechando los estudios que estas hayan hecho sobre el particular. El discernimiento es muy necesario al historiador para no confundir los hechos, dar

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