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— 24— No te me escondas, bueno; No te apartes de mí con faz torcida; Pues ya tu dulce seno Me fué cierta guarida, No me deseches, no, Dios de mi vidal... No tomes á despecho Si se detiene Dios; ¡oh alma! espera; Dura con fuerte pecho, Con fé acendrada, entera, Aguarda, atiende, sufre, persevera. Fr. Luis de León. CAPÍTULO VII ADORNOS DEL LENGUAJE Vistos ya los elementos de que se com- pone el lenguaje y: las cualidades que debe tener cada uno de ellos para que formen un todo perfecto, vamos en este capítulo á dar á conocer ciertas bellezas, hijas y compañe- ras del lenguaje, bellezas á que unos llaman * elegancias del lenguaje y otros figuras de dicción. Llámense como se quiera, estas figu* ras ó elegancias se dividen en dos clases: unas que se cometen variando el significado de las palabras, Ó tomándolas en un sentido metafórico; y Otras que, aunque alteren el orden lógico de las ideas, en nada varían el significado de las palabras. Las primeras lle- van el nombre genérico de tropos, y las se- gundas el de figuras de palabras. Estas pue- den reducirse á las siguientes: Hipérbaton, re-
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