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ve forma. Las palabras deben ser claras, pro- pias, exactas, puras, correctas, decentes y oportunas. Claras, porque si no lo son, na- die nos entenderá. Propias, para no expresar con ellas cosa distinta de lo que pretendemos. Exactas, para no decir más ni menos de lo que se debe decir. Puras ó castizas, para no destrozar el idioma en que se habla ó escribe. Correctas, para no caer en la manía de roformar el lenguaje ó abusar de las licen- cias poéticas. Decentes, para no ofender el pudor ni el buen gusto de los lectores con voces chavacanas ó groseras; y oportunas, pa- ra no desdecir del papel que desempeñamos, ni poner en boca de un pastor palabras de un filósofo ó naturalista. De lo dicho se infiere, que debemos usar con mucha parsimonia de las voces técnicas que son las propias y peculiares de alguna ciencia ó arte: de las voces cultas, que son las tomadas de lenguas sabias, como el grie- go y el latín; y de equívocas ú homónimas, que son las que tienen más de un significado, Con no menos cuidado debemos evitar el ar- caismo, Ó sea el uso de voces anticuadas: el neologismo ó uso de voces nuevas; *y el barbarismo ó uso de voces extranjeras, es- pecialmente francesas, que corrompen nues- tra bella literatura. El conjunto de palabras que enlazadas entre sí forman un pensamiento completo, es lo que o 3

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