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y ligro en él perecerá. Y volvió á extinguirse de nuevo. A pesar de todo esto, Inés cada día se engolfaba más en el mundo y navegaba por él á velas desple- gadas. Se inscribió en muchas cofradías y herman- dades, se cargó con la presidencia” de las Hijas de María en su parroquia, 'con la de las conferencias de San Vicente, y no recuerdo con qué otro cargo en el Apostolado de la oración. Lo cierto es que la po- bre no se daba un momento de reposo. La mañana la pasaba en el templo; luego dedicaba un rato á los pobres y á los negocios de sus cargos; después co- mía, y casi sin tomar descanso hacía 6 recibía visi- tas; el resto de la tarde lo empleaba en el paseo, bien fuera en las delicias, bien en la plaza de San Fernan- do, y la noche en la reunión ó en el teatro. Ella mis- ma cuidaba de que el mejor coche que pasease por las delicias y el mejor palco del teatro, y los vesti- dos más elegantes y de última moda fueran los su- y os; engañándose á sí misma con la necia ilusión de que todo lo hacía para atraer los tibios á la piedad, y para llamar la atención 4,los descuidadosá fin de ga- narlos para Dios. Y cuando el gusanillo interior co- menzaba á morder y á decirle que no era así, que no fuera tonta, porque á Dios no se engaña, entonces ella le contestaba queen el mundo era donde se reñfan los combates más gloriosos, y donde mayores triun- fos se obtenían;. y más cuando ella á imitación de San Pablo se hacía todo para todos á fin de ganarlos á todos para Jesucristo. Yo no sé si nuestra joven los ganó: lo que sí sé
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