BCCPAM000535-2-16000000000000
g2— cesar. Yo deseo volar á la soledad y. cada vez hallo más cerrada la puerta para entrar en ella. ¡Ah! si me hubiérais criado menos rica Ó menos noble, si me hu= biérais hecho menos hermosa Ó más desgraciada, quizás mi padre fomentara mi vocación, quizás el mundo me despreciara, quizás estaría ya en un con- vento, gozando las delicias de tu amor, libre de tanta seducción, de tanto peligro, de tantas ilusiones y mentiras como en el mundo veo. Dichosos los que moran en tu casa. ¡Dios mío! ¿Cuándo me concederás 4 mí esa dicha? ¿Cuándo moraré yo en tu palacio? ¡Sea pronto, Señor mío; sea pronto, cueste lo que costare, aunque sea la sangre de mis venas! ¡Dichosa yó6 si por tí la derramara! ¡Dichosa, si por serte fiel me azotara mi padre, y padeciera yo por tí algo de lo mucho que tú por mí padeciste. ¿Hasta cuándo, Señor?... E Inés creía que nadie la escuchaba, y por eso des- ahogó su corazón con el soliloquio que hemos apun- tado: pero se engañaba, porque su padre estaba de- trás de la puerta oyéndolo todo. Hubo un momento en que estuvo á punto de estallar, correr hacia su hi- ja, cogerla por el cabello y arrastrarla por el suelo; mas al oirle decir que deseaba ser azotada por imitar al Salvador del mundo, le dió un golpe el corazón, y comenzó á pensar si sería cierto que Dios escoge al- gunas almas para sí, y las llama clara, distinta y re- sueltamente. Despreció aquella corazonada, cual si fuera una tentación, y dió entrada á una tentación verdadera que el diablo le sugirió. He perdido el pleito—se dijo—pero pobre porfiado saca mendrugo: SS NA O. A AS
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz