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Familia! ¡quién pudiera llevarles con que pasar las pascuas felizmente! Por eso deseo (y me daba-ver- ciienz le decirlo ] seo alo guenza de gdecirid Ñ eo alg unos cuartos para soco- rrer á mi buen anciano que parece un San José), y á su pobre familia, Al terminar Inés, una lágrima involuntaria corría por las mejillas del sacerdote, y á duras penas podían contener los demás las que querían brotar de sus ojos. Bien hecho, hija mía, —dijo aquél, por fin, lim- piándose los ojos; ¡bien hecho! y yo te ayudaré en tu buena obra, si tus papás no se ofenden; y diciendo y haciendo, soltó sobre la. mesa una moneda de pla- ta, que sonaba, alegrando los oídos de los pequeños. Y dirigiéndose al Padre continuó: —Dispense usted, 5 k Justin, que no se trata de dar una limosna á su hija, sino de contribuir por su medio: al socorro de ima, familia. ¡Cuantas veces nos gastamos un duro en una fontería sin tener el sublime pensamiento de esta criatura! El magistrado siguió el ejemplo del sacerdote, ti- rando sobre la mesa otro duro, y las señoras le si- guieron después.—¡Yo también quiero poner!—gri- taba Fernandín! —Yo también pondría, pero no ten- go,-—decía Carmen á tiempo que Inés-se levantaba para dar un beso á su hermanito: y con esa industria, sólo conocida de la caridad verdadera, dirigióse á los dos diciendo: —Todos podemos poner, si acudimos al tesoro del sacrificio, privándonos por amor del Niño Jesús de juguetes y tonterías para socorrer á los po- bres. Deja tú el tambor, y Carmen el reloj, y verás cómo tienes dineros para hacer limosnas.
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