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04 arte é industria de Satán, entre los cristianos papa- natas se habían convertido las Concepciones en ma- riscos, y ya eran conchas Ó conchitas; los Josés se ha- bían convertido en fruta de huertas, y ya eran pepi- pitas, que todo ya allá; y Jos Fran- tos Ó pepinos Ó pi ciscos Ó Franciscas se habían convertido en unos ; : 1 ' 0 5 animalitos americanos llamados pacos ó pacas. Desde entonces, en vez de estremecerse el infierno cuando se pronuncia. un nombre de éstos, suena allí una ho- rrible carcajada en señal del triunfo obtenido, con la mudanza de nombres cristianos; y cuando más se ríen tos demonios es cuando esos mombres los pro- $ nuncian almas tan buenas y candorosas, como era la condesa de Valdelirios. Verdad es que la pobre se- ñora no sabía este cuento, y por tanto no era culpa- ble; pero, lector piadoso, tú y yo que lo sabemos no careceríamos de culpa, si contribuyéramos á los pla- nes de Satán y compañía. Por eso, si no “lo tomas á mal, sepultaremos en el olvido al marisco Concha y al curcubitáceo pepino y pepito, para llamar á nues- tros personajes cristianamente como ellos se llama- ban: José y Concepción. Pues Concepción y José cuando eran niños anda- ban siempre jugando con Jacinto y con. Inés, y pa- saban los días en esas ocupaciones infantiles é ino- centes que tan dulces recuerdos causan después: unas veces hacían altares y casitas, otras salían al jardín á cazar mariposas, otras á echar pan á los peces del estanque, y luego á colocar por orden la enorme ces- ta de juguetes que tenían entre tados, donde no fal- taban soldados de á pié ni de á caballo, músicos con
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