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+ 00 => sado y rabioso Luzbel de oir tantas veces aquellos nombres que tan mal sientan á sus oídos, convocó en el infierno reunión extraordinaria y habló: así á sus compañeros de infortunio. «¡Enemigos de Cristo! ¡hijos de la libertad, raza independiente y noble, guerreros invencibles y fieles vasallos míos! Supongo que vuestras orejas estarán como las mías continuamente atormentadas, oyendo sin cesar el nombre de nuestra Enemiga, el de su cobarde Esposo y el de sus despreciables siervos. Pues bien: he determinado que no se pronuncien más en la tierra tales nombres, en especial el espantoso y horrible nombre de Concepción, por llamarse así el desgraciado momento que aquella enemiga nuestra me pisó la cabeza y se burló de mí. Por tanto, espí- ritus engañadores, volad á la tierra y buscad cuantos medios os sugiera vuestra inteligencia, fecunda siem- pre en astucias, para que no se oigan más en el mun- do tan aborrecidos nombres.» Así habló el vencido blasfemador de María In- maculada, y al punto salieron del infierno, cual es- pesa nube de langosta, los diablillos más traviesos y simuladores que eu él había. Toman las formas y los ademanes de modistas entrometidas, de jóvenes afe- minados, de viejos pisaverdes, de solteronas enamo- radas, y se entran por las puertas de cada cristiano, fingiéndose personas conocidas y preguntando con voz muy melosa: «¿Cómo está la Srta. Concha? Y Pepito, ¿dónde anda? Tú, Conchita, ven acá, moni- na, ¡qué linda eres! Don Paco ¿y usted?» et sic de cé- teris. Resultado, que al cabo de dos semanas, por
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