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— 56— Flora diciendo: Papá, ¿como me quiere V. mejor, muerta Ó monja? Agustín no se atrevió á responder: estaba inde- ciso, porque en su corazón luchaba el amor de padre con el deber de cristiano; y queriendo salir de aquel aprieto, hizo lo que hacen todos los hombres de poca resolución, aplazar las cosas para más adelante. ¡Ya sabes—le dijo—que cuando seas mayor no te prohi- biré seguir las inspiraciones de tu corazón, pero to- davía! Y si Dios quisiera ahora, ¿por qué lo habíamos de dejar para luego? Es preciso fijar plazo, antes que Dios se lo fije á V. ¿Para cuando me dejará entrar en el convento? -Para el año que viene; y no hablemos más de esto. Larguísimo pareció el plazo á Inés, y corto á doña Fernanda; pero al fin se hubo de aceptar, espe- rando mejor ocasión para introducir en él algunas variaciones. A quien no pareció ni largo ni corto fué á Agustín, que tomó el año por un tiempo indefini- do, y así se levantó de la mesa, musitando como el otro de la fábula: En diez años de plazo que tenemos, El burro, el rey Ó yo nos moriremos. Y en efecto; él no tenía mucha fé en la vocación de su hija y creyó que cedería fácilmente el día 'que se viera festejada y pretentlida:por un joven que lle-

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