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un 7 abalanzó á besar el rostro de Matilde, pero se detuvo de repente, porque le pareció que el velo'que la cu- bría le rechazaba diciendo: aceleraste la muerte de tu hija! y cayó desplomado al suelo. Desde entonces, anda atontado y gozando poquísima salud. Esto es notorio en todo Umbrete. Flora suspendió su relato y observó la impresión que había causado en sus oyentes. Doña Fernanda estaba emocionada, Inés pálida, Jacinto asombrado, y Agustín limpiándose una lágrima que involunta- riamente acudió á sus ojos. Aquel féretro cubierto de flores, aquella habitación desierta, y aquel velo acusador le habían impresionado hondamente, y le habían hecho temer la misma suerte que al padre de Matilde. Flora, sin dar lugar á que se repusiera Agus- tín de la emoción que sentía, añadió: Y lo que acabo de referir no es un hecho aisla- do: llenas están las vidas de los santos de episodios semejantes; y aun en mis pocos años he alcanzado otro parecido á este. La experiencia enseña que Dios castiga duramente á los padres que apartan á sus hi- ¡os de la vocación religiosa, ya con la muerte de unos, ya con la de otros, y á veces con mayores castigos. Feísima ingratitud y grande locura es negar á Dios lo que de derecho le pertenece, y lo que El nos puede quitar :á pesar nuestro. Elige Dios á una joven para sí, y el padre se opone á que esta sea toda de Dios; pues Dios se dará traza de cumplir sus designios, llevándosela al cielo, 4 pesar de su padre... Vauí la dulce Inés interrumpió 4 la sentenciosa

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