BCCPAM000535-2-16000000000000

convinieron en que Flora, si su madre se lo permi- tía, se iría con la familia de Inés á la quinta á pasar una temporadita: y una vez allí, las dos unirían sus esfuerzos, á ver si podían vencer la resistencia de aquel padre, que no quería conceder á su hija el lo- gro de sus santos deseos. Ningún trabajo costó 4 Inés alcanzar de la madre de Flora, que ésta se fuera en compañía suya, en lo cual vino también muy gustosa D.* Fernanda, que apreciaba en extremo á la de Espartinas. El viaje quedó aplazado para la mañana siguiente muy de madrugada, á fin de que los calores canicu- lares de aquellos días no cogieran á la familia en el camino. Todavía la aurora no había comenzado á blanquear el oriente, cuando Inés y Flora, después de haber ofrecido á Dios las obras del día, y de ha- ber hecho juntas su oración despertaron á la familia. Entretanto que ésta se arreglaba, el criado Paladín preparaba el coche: sacude el polvo de los asientos, lava las ruedas enlodadas, coloca sobre el tiro las flexibles correas, y termina su Operación con un agu- do silbido. Calderón, diestro domador de caballos, trae de seguida dos hermosas yeguas blancas com- pradas en Jerez, cubiertas ya con sus arreos para ser uncidas al coche. Prudencia, harta ya de días, y muy experimentada en materia de viajes, dispuso en una cesta sabrosas tortas de mazapán y una botella de ese vino generoso que alegra el corazón del hom- bre, y con ella se colocó en el primer asiento. Poco á poco se fueron acomodando los demás; y cuando Agustín, montado en su brioso corcel, hace la señal

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz