BCCPAM000535-2-16000000000000
Jure En la época que vamos narrando, los antiguos padres del Loreto habían descendido al sepulcro y estaban reemplazados por otros hijos de San Fran- cisco, que la impiedad francesa, (una vez favorable á nuestra España) arrojó de su propio suelo. Aquellos religiosos desterrados de su patria es la única cosa buena que de Francia nos ha venido. En poder de ellos continuó siendo el convento punto de reunión para todas esas buenas almas que el mundo, mofador impío, llama beatas. Cuando Inés con su familia llegó al monasterio, vió que le habían precedido en la llegada otras mu- chas de los vecinos pueblos. Allí estaba Isabel de Vi- llanueva, que fué después fervorosa capuchina; allí Rosita de Salteras, la que convirtió á su padre: allí Ramona de Olivares, cuyo pecho era un volcán de amor divino: allí Manolita de Albaida, la cantora de las glorias de María: allí Pepita de Umbrete, diestra en adoctrinar las niñas y en prepararlas para-la pri- mera comunión; allí Elisa de Sanlúcar, célebre por su piedad con los pobres; allí Flora de Espartinas, que más tarde floreció por su virtud en Santa Inés de Se- villa; no faltaron Paquita la de Pilas, ni Teresa la de Cala; y por no estar allí Amparo de Valverde y su amiguita Trini, no vió aquel día á sus piés la Virgen del Loreto á las dos jóvenes más virtuosas y bellas de toda la comarca. Todas ellas poseían grandes virtudes mezcladas de pequeños defectos, defectos que el mundo malva- do sacaba á relucir para desprestigiar la virtud. El mundo, demasiado complaciente con las que siguen
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz