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emocionado y limpiándose una lágrima de gozo que habían arrancado de sus ojos los justos elogios tribu- tados á su hija. —Yo, añadió Jacinto, para remate de fiesta daré un puro á los trabajadores, y Carmen un pastelito á las mujeres. IBravo! ¡bravo! ¡que se ponga á la señora en libertad! Inés abrió la puerta de la supuesta cárcel y con los brazos abiertos recibió á su madre. Al besarla ésta con delirio, le dijo Inés al oído: A ver cuando me saca V. de la cárcel en que yo estoy, y me da li- bertad para volar al claustro. Otro beso ruidoso fué la contestación que dió á su hija la buena doña Fer- nanda. Los trabajadores, después de pedir á la señora dispensa de tanto atrer imiento, se despidieron de sus amos llenos de satisfacción. ¡Qué buenos son! decían por el camino, ¡qué buen humor tienen! Nos tratan no como á criados, sino como á parientes y amigos: Dios los bendiga y aumente sus riquezas para reme- dio de nuestras necesidades. Jacinto por su parte había vuelto á su guitarra; Inés á su oración; Carmen á su tertulia. Los dos és- posos emprendieron.en el jardín un paseo, con esa dulce satisfacción que produce el socorro de una desgracia 6 el placer de verse queridos de todo un pueblo. > ¡Qué buenos hijos nos ha dado el Cielo! decía Agustín á su esposa.

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