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A ri A it at SOÑAR 7 qe E O Las campanas del vecino pueblo dejaban oir á lo lejos un eco grave, solemne, meditabundo y sonoro, invitando á lá oración; y el campesino, que conserva su fé pura, como el aire de sus campos, se quitaba el sombrero y con la cabeza descubierta se paraba á rezar en medio del camino. Al oir la campana, Inés se levantó también á re- zar el Angelus. No bien lo había terminado, cuando vió venir, corriendo hacia ella al perrito de casa, meneando la cola y haciéndole fiesta. Inés lo acarició, y mientras le pasaba la mano por el cuello le decía: Leal, ¿vienes á decirme que papá vuelve del campo? Pues vamos á recibirle; y el perro saltando de gozo, cual si la hubiera entendido, tomó la delantera y la guió á la puerta principal, que daba frente 4 un magnífico paseo. Por él venía Agustín, con su escopeta al hombro, satisfecho de haber visto el ganado en aumento, las mieses sazonadas y los trabajadores contentos de su amo, á quien llamaban á boca llena el padre de los pobres. Traía en su compañía á su hijo Jacinto, joven de bella apostura, muy amante de su padre, y tan despejado para resolver una duda en el bufete, como listo para dirigir en el campo un apero de labranza, Cuando vieron venir á Inés, su hermano se ade- lantó para ofrecerle un pájaro volantón que había cogido en el prado; y entonces Agustín se abandonó á un sentimiento 'indefinible mezclado de gozo, de gratitud y de orgullo. ¡Dios mío! decía, soy feliz en cuanto puede serlo un hombre! He visto prosperar
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