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A sión para internarse en las selvas, buscando almas para Dios; llevaba su breviario en una mano y en la otra una gran cruz que de báculo le servía, y llegó hasta el río que sirve de frontera á la tribu de Mata- homes. Pasaron tres días sin que el P. José volviera á su residencia. Temiéndose un desastre, salieron en su busca dos hermanos, y después de un día de camino lo hallaron tendido debajo de un árbol, el pecho atravesado por las flechas del salvaje, con la cruz so- bre sus labios y el breviario sobre el pecho, abierto por la misma página en que comenzaba el oficio de difuntos. Los hermanos derramaron una lágrima de dolor, besaron aquellos pies encallecidos por los caminos que anduvieron en las predicaciones evangélicas, y de repente, iluminados con luz de lo alto, deponen todo sentimiento, celebran sus exequias con: un Te Deum y escriben su nombre en el catálogo de los mártires de la Orden. Cogen el cuerpo del mártir, y lo sepultan con toda reverencia al pié de un árbol gigantesco, en cuyo tronco grabaron la señal de la cruz y debajo de ella el siguiente epitafio. «Aqui yace el Amante de la Virginidad, R. P. José de Valdelirios, cunde del mismo titulo en España, y pri- mer mártir de estas misiones católicas.» Rodearon después su sepultura de plantas aro- máticas, y al cabo de pocos meses se observó el ex- traño fenómeno de que un blanco lirio, for impropia de aquel ardoroso clima, había nacido sobre el se- pulcro. Escarbaron á ver de donde procedía su raiz y hallaron con asombro que nacía del corazón del 27 o o PR IT >
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