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e ——No: á Dios se le sirve únicamente cumpliendo su voluntad santísima, y €sta es que yo le sirva en el claustro: lo cual de ningún modo amargará la ancia- ra que en la nidad de mis padres, porque estoy seg hora de su muerte no tendrán mayor gozo que el verme ofrecida á Dios por ellos como victima de ex- piación. —Pues mira que debe ser una rareza indefinible Ñ esa de la vocación religiosa Ó de las inspiraciones del cielo, como tú has.d 1 to. Tá no sabes lo que dices, querida. ¿Quieres acaso negarle al Soberano Señor de cielo y tierra el derecho que tiene 4 escoger para sí algunas almas, que se consuman wdiendo en el fuego del amor di- vino ante su sagrado tabernád ulo, á la manera que se consume la cera que arde en el fondo del santuario? ¿O quieres quitarnos á los demás el derecho que te- nemos á estar con la Magdalena postradas á los pies de Jesucristo, escogiendo para nosotras la mejor par- te de que habla el Evangelio? —Nada de eso; lo que quiero es saber qué es lo que hace una monja toda su vida detrás de una reja, gangueando latines; ni para qué quiere Dios á esas infelices encerradas entre cuatro paredes, como en un sepulcro? -¿Que para qué las quiere? ¿que qué hacen? Di- me, mujer, ¿qué es lo que hacen ,suspendidas de las bóvedas celestes, cual si fueran lámparas de la crea- ción, esas estrellas resplandecientes que nunca el hombre contar pudo? ¿Qué es lo que hacen las flores del campo y el lirio de los valles, criados entre bre-

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