BCCPAM000535-2-16000000000000

— 185 — —Papá, eso no es tormento. Comprendo que á usted le dará pena, pero después de todo debe ser- virle de consuelo, que una de sus hijas se consagre toda 4 Dios. Por eso espero que ¿me ratificará aquí delante de mamá la licencia que me tiene dada. -¿Qué licencia ni qué tonterías? Tú estás soñan- do, mujer. ¿Cómo había yo de concederte una cosa, que me estará penando después toda la vida? ¡Nó! eso no te conviene ni á tí ni á mí. ¿Qué dirá el mun- do y que...? ¡Ay, Dios mío! —exclamó Inés—¡ésta es otra! Por Dios, papá, déjeme usted ir á donde Dios me llama. —No te canses, que no puedo permitírtelo, por- que me costará la 1 ida. Pero si Dios me llama, ¿qué he de hacer? ¿Quie- re usted quitarme mi única felicidad en el mundo? ¿Quiere V. hacerme para siempre infeliz y desgracia- da? ¿Es posible, padre mío? —¿Y es posible que tú quieras quitarme la vida con esos caprichos? —Papá, atienda usted á las lágrimas que lloro, y haga el sacrificio con la generosidad que lo ha hecho mamá, dándome la licencia aunque con pena de su corazón. —No; ni tu madre ni yo te concedemos semejan- te per miso. Estas palabras produjeron en el alma de Inés una pena tan viva y tan profunda, que secó por comple- to la fuente de sus lágrimas. Quedóse un momento suspensa, luego pálida, después temblorosa, y con un 24

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz