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cama dura, un vestido áspero y una comida que mu- chas veces no te gustará. —Podrá ser; pero pronto hará un año que visto lana interiormente, duermo sobre tablas, ¡y cómo lo gue menos me gusta. Guárdeme usted el se- creto. —No es bastante; mira que son muchos los tra- bajos, penitencias, incomodidades y fatigas de la vi- da religiosa, y no los podrá resistir. —Si yo contara para ello con mis fuerzas solas, seguramente[que no podría; pero Dios que me lla- ma,me dará lo que me falta. —Mas, site vas, no padrás allí hacer el bien que harías, quedándote en el mundo. —Esa fué la engañosa tentación que por poquito me hace ser infiel á Dios; pero tentación conocida, tentación vencida. Y si te vas, ¿qué va á ser de tu casa? ¿qué de tus padres? ¿qué de tus hermanos, que te miran como á su espejo? —Pues lo que sería si en vez de llamarme Dios al claustro, me llamara á la otra vida. El cuidará de todos. El sacerdote dejó de preguntar: estaba medita- bundo y como admirado de lo que había oído á su sobrina. Agustín temblaba detrás de la puerta como un Of ado, y no sabía si retirarse Ó volver. Por fin, hizo un esfuerzo desesperado, y dando la vuelta entró en el salón, preguntando:
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