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— 176— conciencia, quise contrariar mi vocación, y ofrecer mi mano á un ángel que la pretendía; pero todo aquello no sirvió más que para confirmarme en ella, y para que él se hiciera religioso. —¿Y has consultado sobre el asunto con algún confesor prudente? —Con todos los directores que he tenido; y to- dos me han dicho que no podía desobedecer á esa inspiración divina, sin pecar, y hacerme desgra- ciada. —¿Pero no ves, hija mía, que si vas á un convento te cargarán de humillaciones durante el noviciado, te ejercitarán en los oficios más bajos de la casa y te tendrán como el estropajo del convento, y hasta te mandarán que les beses los piés 4 las demás? —¿Y qué cosa más gloriosa que hacer con mis hermanas lo que hizo Jesucristo con sus apóstoles la la noche de la cena? ¿Qué cosa más dulce para mí que ejercitarme en los oficios humildes en que se ocupó mil veces la Madre de Dios? —Pero ten entendido que esas cosas te las hará sufrir alguna, que quizás hubiera apetecido en el mundo la honra de ser tu doncella ó tu criada, y que allí por tener el mismo hábito que tú te despreciará sin consideración ninguna. e —¡Ay, tiito! Por esa parte estoy curada de es- panto. Dichosa yo el día que sea despreciada por amor de Jesús. —¡Bueno! pero has de considerar que te has criado con mucha delicadeza, y que allí tendrás una

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