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AS E A li dE dé — 174 — Cállate y ten confianza, Que en silencio y esperanza Estará tu fortaleza! Inés enmudeció, y esta vez no resonó ni un solo aplauso. Sollozos entrecortados y el ruído de respi- raciones anhelantes que se escapaban de los oprimi- dos pechos era lo único que se oía en el salón. Ella volvió á los circunstantes sus grandes ojos azules re- bozando candor, con esa mirada inquieta y vaga que parece investigar algo, cuya existencia se sospecha, y vió que de los de su padre y de otros muchos caían gruesas lágrimas sin hacer ruído. Todos habían 'adi- vinado en aquellos cantos la verdadera causa de las penas de Inés, y su voz las comunicó á los demás con tanta viveza que les hizo prorrumpir en triste llanto. La tertulia se deshizo como por encanto; Agustín se levantó emocionado, pretestando que iba 4 bus- car unos cigarros: y los demás entraban y salían sin detenerse, como buscando una nueva impresión que viniera á borrar la profunda huella que el canto de Inés había dejado en todos los corazones. Cuando á ésta le pareció bien, fué en busca de su padre que estaba conversando con el tiitv Vapellan, (como llamaban todos en casa al tío de doña Fer- nanda) y apenas se le puso delante, con mucha hu- mildad y mucho cariño le dijo: —Papá. vengo á que cumpla V. la palabra que me tiene dada. —A ver, ¿qué'quieres ahora? — Quiero”que me dé V. licencia para entrar en el convento de María Reparadora.

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