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—— 172 — y el acento de Inés, la cual sin perder un punto la serenidad de su alma cambió de tono repentinámen. te, y trocando en rápidas y agudas las notas tristes, continuó, cuando cesaron los vítores de este modo; En mi infancia ví un jilguero Que en una huerta anidaba, Y dulcemente cantaba Posado en un limonero; Feliz siempre y placentero, Allá, en el bosque sombrío, En las orillas del río, O en la fuente cristalina Trinaba, y su voz divina Alegraba el valle umbrío. Después lo ví prisionero En una jaula metido; ¡Ay! había enmudecido El pobrecillo jilguero: Un quejido lastimero Se le solía escapar, Cuando empezaba á trinar Y se veía aprisionado: Pubre pijaro encerradr, ¿Cíúmo habia de cantar? Si del huerto la frescura, De las plantas el verdor, Y el perfume de la flor, Y del bosque la espesura, Y del campo la hermosura, Y el verse libre y saltar,

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