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a... 154 o ligró, temo más ser infiel 4 Dios, y antes que apar- tarme del Criador, debí apartarme de la criatura, aunque fuera mi madre. No me llores, madre amada; y toma por confortativo de tu pena el saber que soy feliz en este santo retiro, porque vivo bajo la amoro- sa vigilancia del divino Corazón del hombre Dios. El te envíe su auxilio desde lo alto, y te proteja siem- pre con paternal providencia. Y pues me despido de tí, dignate enviarme todas las noches con el angel de tu guarda una bendición amorosa, como la que yo le pido cada día para tí á la Virgen Madre.» «Otra cosa voy á pedirte antes de acabar esta triste carta manchada con las lágrimas que caen de mis ojos, y esta es, que me perdones todos los malos ratos que en mi vida te haya dado. Perdóname, ma- dre dulcísima, los disgustos que con mis travesuras dejoven te haya causado y no dudes que ocupa y ocuparás siempre el primer lugar en el corazón de tu hijo JosE.> Cuando la condesa acabó de leer la carta; estaba deshecha en lágrimas y 4 punto de morir de pena. Oh hijo! ¡dulcísimo hijo míol—exclamaba la pobre matrona--¡Gloria de mis antepasados! ¡Hijo más dulce para mi alma que la luz brillante del paraiso! ¿Qué haré sin tí? ¿Es posible que no te vea yo más entrar por mis puertas, llenando esta casa de alegría y glo- ria? Es posible que... y al decir esto cayó desmayada sobre un sofá. Mientras prestaban á la buena señora los auxilios

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