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Ñ me 153 Po para que no podáis conocer por el sello el punto de su procedencia. » «Lo que me ha obligado á tomar esta determina- ción ha sido expresamente la voluntad divina, y ayu- dado de la gracia no volveré jamás la cara atrás, para no quedar convertido en estatua de sal, como la mujer de Lot.» «Cumpliendo un deber de hijo y de hermano os envío esta carta, que será la última hasta que me vea atado con los votos religiosos, de manera que nadie ni nada me pueda soltar de ellos, y os la envío para despedirme de las dos.» «Adiós pues, mamá queridísima; no puedes figu- rarte cuantísimo te agradezco hoy la solicitud y cui- dados que en educarme has tenido, y quisiera con toda el alma podértelos recompensar; mas Aquel que tiene prometido galardón eterno á todo el que le sir- ve, te recompensará por mí tus desvelos maternales. No quisiera abandonarte, y al escribirlo siento que mi corazón reboza en amargura; no quisiera abando- narte para ser el consuelo de tu alma y el báculo de tu vejez; mas aquél Padre amoroso que cuida de las aves del campo, cuidará también de tí, puesto que El es quien me aparta de tu lado.» «Adiós otra vez, madre querida, á quien amo con todo mi corazón; ¡adiós! porque no es razón que tus caricias, y ternuras de madre, sean rémoras que me detengan en el camino de mi salvación. No llores por mí, madre mía, porque siento más tu llanto que mi pena, Mucho temo el dolor y desconsuelo que te va á causár-esta mi carta; pero temo más mi propio pe- 20

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