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ga — 141 — Por desgracia, contradecía la prácticaá la teoría, pues ella en vez de atraer era atraída por la vanidad del mundo, por esa vanidad que se alimenta de ba- gatelas y futilidades y que tan poderosa influencia ejerce en el ánimo de la juventud. Atraída por esa fuerza seductora del mundo, corría Inés sin descon- fianza alguna hacia el.enemigo de su dicha, sin sos- pechar siquiera los lazos en que la envolvía y enre- daba el mundo, ese mundo reprobado y funesto de que habla el Evangelio, mundo que nos seduce, nos cautiva, nos engaña y nos ciega, adulando nuestras * pasiones para después perdernos con mayor seguri- dad. Cuando Inés se vió, casi sin darse cuenta, con. vertida en una joven mundana, conoció su engaño, y quiso salir de él, pero no tenía valor para resolver- se á romper aquellos lazos tan dulces para ella, y es- tuvo resistiendo á la gracia divina, y ahogando la voz de su conciencia, hasta que el triste suceso del Conde, unido á su misterioso sueño la hicieron reno- var su propósito de consagrarse toda á Dios, Aquel que conozca la humana fragilidad Ó que sepa los esfuerzos que necesita la gracia divina para obtener sobre el alma una completa victoria, no se maravillará ciertamente de los tropezones, caídas, y A faltas de Inés: antes bien se maravillará de que así:no fuera, porque en hecho de verdad un solo hombre ha existido en la tierra que fuera impecable por .natura- leza, y esto porque sin dejar de ser hombre, era tam- bién Dios; era y es el Santo de los santos, el Justo por excelencia, el Hijo unigénito del Altísimo. Y además de El, sólo ha existido una mujer en el mundo que, A A A
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