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e PP —————_—— => 149 -—= 3 vos y de los festejos y cortejos prematuros Ó fuera de tiempo; inculcadles el amor á la pureza santa, para que no tengan (como tienen tantas el día de hoy) un alma fea y asquerosa encerrada en un cuerpo hermoso, No perteneció Inés á este desgraciado número, porque siempre conservó el candor de su alma con exquisito cuidado, y le bastó sentir dos Ó tres veces la tentación referida, para tomar la resolución de des- Md pedir al conde y renovar el propósito que tenía de Pic) consagrarse á Dios en cuerpo y alma. Lo que no pu- dieron con ella los remordimientos de su conciencia, i ni las murmuraciones del mundo, ni los consejos de Flora, ni la carta de su director, pudo una tentación contra la santa pureza. Tanto amaba esa celestial E virtud, y tan bien le sentaba el nombre que le hemos ni dado de Amante de la Virginidad ó lirio de este va- 1 lle de lágrimas. Í Inés se confirmó más y más en la resolución que A 4 había tomado, desde el momento en que vió realiza- ab a do su sueño en la persona del Condesito; y la puso : en práctica despidiéndose de él en la forma que vi- pon] mos en el capítulo anterior. 187 No era entonces Inés ni perfecta ni santa, pero cdi: tampoco podía ser llamada mala ni pecadora, pues por dicha suya no lo fué nunca. Podemos, no obstan- é 44 EN ' 3 te, decir que á la sazón era una joven mundana, por- há que estaba unida al mundo por un lazo difícil de romper, cual es el de la vanidad ó ansia de figurar; y 8 Bas además profesaba las perniciosas teorías de toleran- i id cia, de condescendencia y de atracción mundana que en ella hemos observado.
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