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E a — 137 — así como la pólvora se enciende y la cera se derrite con la presencia del fuego, así también se encienden las pasiones y se derrite el corazón humano en esa edad con la presencia Ó familiaridad de personas de otro sexo. Inés que se había criado en los limbos de la ino- cencia, ignoraba estas altas verdades morales, y por esto se admiró cuando vió que sin pensarlo ni que- rerlo ardía en su pecho la llama de esa pasión miste- riosa; y su admiración llegó al asombro y al espanto cuando sintió que su cuerpo y su alma se derretían con el calor de aquel fuego nunca de ella hasta en- tonces conocido; fuego que el demonio tomó por instrumento de sus tentaciones, para tiznar y que- mar con él aquella alma purísima, como ha quemado y tiznado á millares y á millones de infortunadas hi- jas de Eva. A pesar de las santas conversaciones que Inés te- nía con el Condesito, el demonio soplaba de vez en cuando sobre aquella pura frente algún pensamiento ruín y malo: y cuando más le atormentaban esos pen- samientos era precisamente cuando rezaba sus devo- ciones Ó se ejercitaba en actos de piedad. Una noche ió al hacer el examen antes de acostarse, la tentación se le presentó franca y descarada: el demonio comenzó á combatirla de frente, haciéndole sentir en su inte- Ñ a rior un descontento infernal y una vaga melancolía, que se deslizaba en el fondo de su alma como se des- liza una serpiente por entre los matorrales de las sel- RETA vas: imágenes desconocidas y halagiieñas vagaban por su mente representándole cosas que jamás vió E

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