BCCPAM000535-2-16000000000000

esposa que no sabía lo que pasaba, y con ella sostu- vo algo impaciente estc interesante diálogo. — ¿Sabes lo que pasa, Fernanda? No he matado á tu hija, porque se ha encerrado en tu cuarto. —¿Pero qué ha sucedido? ——Que tu hija me ha faltado. Le he hablado con la confianza y el cariño de padre y me ha dicho, ¡pás- mate! me ha dicho con muchísimo desparpajo y con una insolencia digna de que la hubiera abofeteado que... ¡fanática! —¿Qué, hombre, qué? ¿Quieres acabar de decir- me lo que te ha dicho? —Que quiere ser monja. Que quiere ser Ado- ratriz. ¿Y eso es todo lo que te ha dicho? ¿Pues, qué más podía decirme? Hasta me ha in- sultado diciéndome que será monja por encima de mi cabeza. -Vamos, hombre, no seas tan impetuoso, ¿Qué cosa más natural que una niña que ha pasado unos cuantos años en un colegio, educada por relígiosas, quiera ser como sus maestras? ¿No comprendes que hasta hoy no ha habido para tu hija nada más bo- nito que una monja? ¿Qué extraño, pues, que quiera serlo? Déjala decir y rezar y soñar con su velo, y su hábito, y la paz del claustro, y la antesala del cielo, como ella le dice. Poco á poco se le irá pasando todo eso. No tengas pena, hombre; que si es cosa de la naturaleza y no de la gracia, si es capricho suyo y no vocación dívina, pronto perderá ese barniz místi- co que ha sacado del colegio; y sies obra de Dios en

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz