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— vió brillar veloz como un relámpago el reflejo de una espada, que descargó un terrible golpe sobre el brazo,*que la detenía haciéndole soltar la presa, y quedando él como rama desgajada del tronco. Al susto de aquel golpe y de aquel brazo mutilado, des- pertó Inés toda espantada, y no volvió á dormirse más en toda la noche. Las palabras que Jesús le dijo en sueños habían herido su corazón, la había impre- sionado hondamente, y tenían una explicación suma- mente fácil: pero aquella mano, aquella espada, aquel brazo mutilado, ¿qué podía significar todo eso? En esto pensaba Inés sin poder conciliar el sueño; pensando en esto se levantó, y esto mismo tenía pre- sente, cuando después de almorzar trajeron á su ca- sa la fatal noticia de que el Condesito se había caído del caballo y se había roto el brazo por dos partes: por la muñeca y por junto al hgmbro. Púsose prime- ro encarnada como la grana, luego pálida como la cera, y se retiró á su cuarto sollozando: ¡Dios mío, no lo castigueis que no es suya la culpa, sino mía! Aho- ra comprendo lo que significa aquel brazo mutilado por la espada de tu justicia. ¡Perdón, Señor! y míralo con piedad que él es inocente. En los grandes desastres y en los tristes aconte- cimientos de la vida el alma verdaderamente cristia- na adquiere de repente una intuición maravillosa, una percepción - clarísima y una conciencia cierta de la causa moral que los produce; y esa causa aparece á los ojos del alma con toda evidencia, y se presenta como es en sí, despojada de todos los disfraces y de toda la hojarasca éon que nosotros intentamos des- 17 dd ** 0% a Pod Proaa a e BS '

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