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147 e da la vida temporal y terrena, es verdad; pero ganó la celestial y eterna. Y 4 buen seguro que no está de ello arrepentida, pues cuanto más padeció . por guardar la fe debida á su primer Esposo, tanto más copiosamente ha sido galardonada por él con deli- cias tan inefables y bienes tan verdaderos, que el me- nor de ellos vale más que todo lo que aquí pudo te- ner, aunque se hubiera casado con el mismo empera- dor de Roma. Ya sabes, Inés, que pasa presto la figura de este mundo, que aquí se acaban pronto los placeres, y los señoríos también; y que la mujer que ayer andaba muy rica, y acomp "mada, y servida, y estimada, y llamada Condesa ó gran señora, mañana se muere, y cesa todo, y se acaba todo y nadie se acuerda más de ella; pero tu santa que despreció todo eso, recibió el ciento por uno, y reina hoy en la gloria, y es acla- mada y celebrada en todo el mundo. Pues, siendo esto así, ¿cómo vacilas y dudas? ¿Quién jamás dudó al elegir entre lo temporal y lo eterno, entre lo terreno y lo celestial, entre el oro. y la escoria, entre Dios y el hombre mortal? ¿Qué es esto, Inés? ¿Has olvidado que el matrimonio puebla la tierra y la virginidad el cielo? Si lo haces por un tí- tulo de nobleza, ¿quién puede ennoblecerte : más que el Rey de la gloria? Si lo haces por tener una paren- tela ilustre, ¿qué timbre más alto que el de tener por madre á la Emperatriz del cielo, y por Esposo al Unigénito del Padre? Y, si lo haces por riqueza, ¿quién puede enriquecerte tanto como Aquel que tie- ne en sus manos todos los tesoros de- la tierra?

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