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gua, Ó qué tacha has hallado en el Esposo de tu alma para que quieras divorciarte con él y - tomar otro? ¿Has olvidado aquellas voces que Dios mandó dar á un profeta diciendo: toda carne es heno, y toda su gloria como flor del campo que hoy es y mañana se marchita y muere? Vanidad es, hija mía, toda criatu- ra, y en ninguna hallará hartura tu corazón. Caña quebrada es para tí todo hombre, y como en ella te apoyes, caerás y te herirás las manos. Pues si tienes alguna causa para divorciarte con el Esposo divino, dímela para sosiego mío; y si no la hay, ten entendido que El se afrentará de que lo de- jes por otro, y te castigará severamente, tan severa- mente como ha castigado á otras que tú conoces, y que no quiero nombrar aquí. Escarmienta en cabeza ajena, si no quieres presenciar tu desdicha, vien- do agostado tu vergel, seca y muerta la flor de tus amores. ¿Cuánto mejor sería que mudando de consejo te afirmaras en tu propósito, imitando á la muchedum- bre de santas doncellas que estimaron en tanto la virginidad y amaron tanto á Jesucristo inspirador de ella, que ni promesas ni amenazas, ni dádivas ni tor- mentos las pudieron separar de El? ¿Cuánto mejor se- ría que á imitación de la gloriosa y heróica santa, cuyo nombre llevas, sufrieras el martirio, antes que entregar tu mano á un simple mortal, quebrantando la fe prometida al Esposo divino? Ella más quiso ser atormentada que infiel á su Dios; y antes que entre gar su mano al príncipe que la pretendía, entregó su cuello á la espada del verdugo. Perdió en la deman- 16

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