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>-—..12 Sí, papá, siempre y en todo lo que yo pueda, pero las... ¿Y me prometes dejar esa manía de querer ser monja para vivir siempre á mi lado? La heróica joven se puso en pié, al parecer tran- quila y mudada; las fuentes de sus ojos se secaron de repente, y con ademán tan humilde como sereno, contestó: Papá eso no puedo; Dios me llama para sí, y yo debo ser de Dios. —¡Fanátical —volvió á gritar su padre otra vez enfurecido: y empujándola con aire hacia la puerta, añadió, rechinando los dientes: Vete de aquí, y ten entendido que como te echo de este cuarto te echaré de casa, si no desistes de tu capricho. —Entonces-——dijo ella desde afuera— entonces, levantando los ojos al cielo podré decir con verdad lo que dijo San Francisco en igual caso: Padre nues- tro que estás en los cielos. Y estoy segura que aquel padre no me abandonará. —¡Canalla! vociferó él, viéndose de este modo vencido por su hija; la sangre se le subió á la cabeza, y cogió una silla para tirársela á tiempo que ella se encerraba en la habitación inmediata, diciendo con mucha humildad: Pero, papá, ¿á quién se debe obe- decer primero, á Dios 6 á los hombres? Júzguelo us- ted, papá, y verá como se tranquiliza. La pobre chica tenía razón; pero: ¿de qué sirven las razones á un hombre encolerizado que no las quie- re comprender? En fin, él viendo que ya no podía desfogar el enfado con su hija, se fué á buscar á su

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