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3 — 108 — tonta. ¿No ves que por todas partes te rodean necios amadores? ¿No ves las miradas de lascivo fuego que unos y otros te dirigen? ¿Y no te parece indigno de tí estar inspirando torpes deseos á esa juventud mas- culina que te rodea por todas partes? ¿Hasta cuándo vas á ser objeto de mezquinas y viles pasiones? ¿No ves que es menor mal casarte que vivir como vives? Inés reflexionó un momento y exclamó: Tiene razón... Es verdad... Me decido á... Antes de pronunciar la última palabra, el gusano del remordimiento despertó alborotado y gritando: No! ¡no! ¡no! y como te cases, ¡ay de tí! Esto pasaba al día siguiente de haber oído ella 4 Castelar: serían entonces como las tres de la tarde: y fué tal y. tan mala la impresión que le causó á Inés la amenaza del gusanillo, que en toda la noche si- guiente no pudo dormir. Después de una semana de insomnios, y de muchos días de mal humor, y de un mes de incertidumbres y dudas, buscó un remedio para tranquilizarse. Se acordó de su amiga Flora, la cual había profesado hacía ya muchos meses. Inés fué invitada para la fiesta como madrina, y deseó ir, y hasta pagó la función que se hizo; pero ella no asis: tió, porque se lo impidieron los negocios de su círculo piadoso recién fundado; y primero era la obligación que la devoción, como ella decía. Trató, pues, de consultar el asunto con aquella excelente religiosa, pareciéndole que si Flora lo apro- baba, se quedaría tranquila. Para hacerlo más despa- cio sentóse en su mesa y escribió una carta de tres pliegos muy bien pensada, comunicándole á su anti-

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