BCCPAM000535-2-16000000000000
> 107 2. racimos? Esa flor se secará, y esa vid no dará frutos; y de darlos no llegarán á sazón.» Aquella era la primera vez que Inés oía un ora- dor profano; y como estaba acostumbrada á escuchar con docilidad y respeto los sermones á que asistía, dispensó el mismo honor al galiparlante D. Emilio. Más todavía, lo escuchó como á un oráculo, y tomó sus palabras como inspiradas de Dios. Es verdad lo que ha dicho Castelar, —pensaba ella.—Yo-»sola no podré hacer en el mundo todo el bien que deseo. Pa- ra ir á cualquier parte una joven como yo, necesita que la acompañe su padre Ó su madre ú otra persona de respeto. En el presente estado no tiene una repre- sentación alguna para nada, ni goza de libertad, ni puede ponerse al frente de cosa ninguna, sin ser no- tada y tenida de todo el mundo por un marimacho., ¿Si tendría razón mi padre cuando me dijo que en casándome podría hacer muchísimo bien, porque se- ría dueña de mi persona y de grandes riquezas?.., ¡Jesús! añadió: ¡Ave María purísimal ¿Yo casarme? ¡no, no! ¿Qué diría Mamá? ¿qué diría el mundo? No vayas á creer, cándido lector, que estas últi- mas palabras se las inspiró el gusanillo de la concien- cia, porque no es así: que éste se había encerrado en su capullo como gusano de seda. Otro bicho que ella tenía en su cabeza, veleidoso y liviano como una mariposa era el que solía ponerse en contestaciones con ella. Esta nueva mariposa era un reclamo del demonio 6 poco menos: porque al ver los aspavientos de Inés á la primera idea de casorio, comenzó á de- cirle con mucha dulzura. Cásate, mujer, y no seas
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz