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— 102— municipal, y ejercían ellas la caridad á costa del q Ayuntamiento ó de la provincia. Agustín, que á pez sar de no ser Hombre de política pertenecía aquel año á la Diputación provincial, ayudaba á su hija cuanto podía, y estaba satisfecho, fuera de sí, loco de contento con la mudanza de Inés. Aquel era el triun- $ fo mayor que él había obtenido en su vida. 41 Entusiasmado con su inesperada victoria, dábale a 4 Agustín á Inés para sus cofradías y asociaciones 9109 cuanto ésta le pedía. Un día le ocurrió á la niña una idea peregrina, que comunicó á su padre. Papá, le dijo, he pensado que podiamos hacernos célebres, 4 lo menos muy queridos y nombrados con poco tra- bajo: podíamos fundar un establecimiento de carijs dia] dad y enseñanza en... (aquí entra el nombre del pue- ! a blo donde radica la hermosa quinta de Agustín.) Las 0 hermanas Terceras de San Francisco se encargarán de él y tendrán al mismo tiempo Hospital y escuela gratuíta. Con que llevemos allá unos días á predicar al Sr. Magistral, ó dos padres del Loreto para que den una misión y expongan el asunto, el pueblo se entusiasmará y trabajará gratis Ó poco menos hasta terminar el edificio: V. no tiene más que dar el te- rreno cerca del pueblo, y la madera (de tantos pinos como tenemos) y poner un par de carros á la dispo- sición de aquel ayuntamiento; y en menos de nada É está hecho el edificio y la familia nombrada patrona | de una gran casa de beneficencia. ] —Hermoso pensamiento! - dijo Agustín lleno de gozo—y maquinalmente prometió á su hija cuanto ella quisiera para realizarlo. Aquello de verse conta- A
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