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ventud indevota al templo; ¡digo nó! ¡4 las puertas del templo! y ni con esto se desengañaba. Lejos de desengañarse formó un*circulo piadoso, flor y nata de la devoción sevillana, y al cual puso el retumbante nombre de la Curidad elegante. Es de advertir que el dicho circulo lo componían unas cuantas amigas íntimas de Inés, jóvenes de su clase, un par de viudas jóvenes todavía, y una señora casa- da: estas últimas servían de acompañantes á las pri- meras en sus funciones de caridad elegante. Cuando se reunían trataban de los asuntos de piedad que tenían entre manos, y proyectaban tertulias, fiestas y bai- les de confianza, para hacer en ellos una colecta en beneficio de los pobres: y losratos desocupados, que eran los más; los empleaban en alabarse mútuamen- te unas á otras; en burlarse del prójimo, cortando un vestido al más pintado, y en murmurar y criti- car las acciones de los otros: achaque muy común entre mujeres. Uno de los ramos de aquella caridad elegante era el buscar trabajo á los pobres, colocación al necesi- tado de ella, y recomendaciones á todo el que con buen título la pedía. Ellas tenían entrada en las fá- bricas de la Gran Cartuja, en el Hospital de la San- gre, en el Palacio Arzobispal, en la+Fábrica de Ta- baco, en el Gobierno, en la Capitanía General, y hasta en San Telmo y en el Alcázar cuarido allí mo- raban los infantes Ó los reyes. A todos esos puntos llevaban las jóvenes del circulo piadoso recomendacio- nes, credenciales, nombramientos y ascensos, con los cúales gravaban muchas veces la caja provincial 6
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