BCCPAM000535-2-16000000000000
=—. 100 — es que el mundo le pagaba con ganancias las consi- deraciones que ella le tenía; porque en Sevilla no se hablaba de otra cosa que de Inés, maravillándose cuantos la conocían de ver en ella una espantosa mezcla de mundo y de religión. Según decfan, Inés sabía hermanar cómo nadie los deberes religiosos y sociales; la piedad con el lujo, la oración con las di- versiones, la riqueza con el amor á los pobres. Cuan- do ella ofa estas alabanzas, sentíase complacidísima en lo interior de su alma y le decía al gusanillo que dormía allá dentro: ¿Lo ves, lo ves? este es un triun= fo de la religión: estas alabanzas que me tributan, no las tributan á mi persona sino á mi cristiandad, es | decir, á Cristo, á quien yo haré que amen todos mis | admiradores. Y el gusanillo con algún poco de inso- | lencia le contestaba: ¡Tonta, tonta! acuérdate de lo | que dijo el apóstol: Si yo pretendiera agradar al | mundo, ya no sería siervo de Jesucristo: y se volvía | á dormir. Inés seguía afanosa su tarea de convertirse de piadosa en mundana, para hacer 4. los mundanos de- votos como ella: por lo visto no había leído nunca la fábula de las manzanas podridas, pues de lo contra- rio hubiera sabido á que atenerse. La verdad es que los admiradores de Inés se iban multiplicando, y convirtiendo en algo más que admiradores, en pre- tendientes. Todos los domingos, y algunos días entre semana, se plantaban á las puertas de la Iglesia don- de ella ofa misa una turba de mozalvetes, y allí es- taban esperando que saliera para echarle flores. Tan poderoso era el encanto de Inés para llevar la ju- EN
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz