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pS A A Tr AS dre, y con profundo dolor, pero con. santa energía, le dijo: Las monjas no han influído en mi determinación, y buena prueba de ello es que no quiero ir al con- vento donde me han educado, sino 4 otro que nada tiene que ver con él. No son las religiosas las que me llevan, sino Dios que me llama; es el claustro que me tira y me atrae; es el mundo que me espan- ta, me horroriza y me obliga 4 huir de él y á ence- rrarme en una celda. Si usted no me da licencia para entrar en un convento, tendré que resignarme hasta que Dios quiera ablandar el corazón de V.; 6 esperar hasta que sea mayor de edad, si antes no me propor- ciona el Señor lo que necesito para obedecer á su di- vina voluntad. —¡Soberbia! ¡Mala hija! ¡Miserable! - gritó él, le- vantando la mano como si le fuera 4 pegar. — ¿Ame- nazas á tu padre? ¿A tu padre lecciones? Esa es la hu- mildad, esa la obediencia y el respeto que te han en- señado aquellas brujas con tocas? ¿No te avergien- zas de rebelarte contra mí, y decirme en mi cara que serás monja á pesar mío, aunque yo no quiera, el día que salgas de la patria potestad, si yo por fortuna no reviento antes? —Y'o no he dicho eso, contestó ella azorada. — ¡Calla bribona!—repuso él furioso dando vio- lentamente en la cara con el puño vuelto á la'pobre chica, que hizo grandes esfuerzos para no romper á lorar.—;¡Calla, bribona! y quítate de mi presencia, si no quieres que haga contigo una locura. ¡Yo te ase- guro que te he de sacar de los cascos esa manía, y

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