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E Suponemos que en la ranchería de Manastara, a juzgar por los datos que el indio Juan le dio a Olivella, no hay menos de 200 habitantes, por lo cual, sin temor de equivocarnos, podemos decir que en un solo año se han reducido unos 1,000 motilones, los que ya están disfrutando de las ventajas de la civilización, pues a todos ellos se les ha dotado de machetes y hachas para el trabajo; además, tres de estas rancherías tienen ya maestro que les instruya y eduque patriótica y religiosamente. Confesamos ingenuamente que esta obra no es nuéstra: es de Dios, que ha querido bendecir con pródiga mano los esfuerzos hechos por los Padres Misioneros y por los habitantes de Codazzi y Be- cerril, y en parte de San Diego y de La Paz; sobre todo de Codazzi, cuyos hijos son dignos de gran- de protección, porque en la obra se han portado de manera heroicamente patriótica, entregando para su realización sus personas, intereses y todo aquello de que han podido disponer. Esto nos hacé creer que si aún quedan salvajes en Colombia, es por falta de ánimo y de esfuerzos de parte de aquellos pueblos que viviendo a las márgenes de las sierras y llanos habitados por los indios, miran con indiferencia la suerte desgracia- da de éstos. Codazzi, para emprender su magna obra, no ha necesitado de que las Cámaras Legislativas le die- ran auxilio alguno; sus habitantes, puesta la con- fianza en Diosy llenos de fe en su obra, la han em- prendido y llevado a cabo. Y si hoy se presentan
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