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dr HE a chetes y hachas para trabajar, que ellos nos da- rían de sus cosechas después. «Con esta excursión al Maraca pasó a la his- toria el peligro inminente en que vivíamos los ha- bitantes de San Diego, La Paz, Codazzi, Becerril y La Jagua. Indios motilones de Manastara. Es indudable que además de los indios de los cuales hemos hablado, hay otras parcialidades en el interior de la Sierra de Motilones. Los mismos indican por señas que toda la Sierra, desde los Montes de Oca hasta el Bobalí, en Santander del Norte, está poblada por indios de diferentes tri- bus y castas, aún desconocidas de los mismos que tenemos reducidos, Hablando de los indios de Ma- nastara (debe ser el nombre del caudillo de una parcialidad), dice el señor Pedro Olivella, maestro de la ranchería de la Pastora, en carta que se ha publicado ya en la prensa de esta capital: «Una sorpresa muy agradable tuvimos al ver que la india madre de Juan Lucero (indio) llevaba en el collar dos monedas de plata cuyo sello ya no se distinguía; una tuma y algunas conchitas de mar. Le preguntámos de dónde procedían aquellos ob- jetos, y pudimos averiguar, por las explicaciones de Juan, que tanto él como su madre eran de Ma- nastara. Este es el nombre del jefe de ellos, el cual vive en un pueb!o muy lejos, adonde han ofrecido llevarnos. Nos explicó qué es lo que debemos hacer cuando lleguemos o nos presentemos ante Manas- tara.

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