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a tiva poderosa del Padre Bernardo, fueron sor- prendentes. Estos indios nos parecieron una fa- milia degenerada de enanos, cuyo aspecto fe- roz.lo aumentan sus largas melenas y un anti- faz. negro y rojo que acostumbran. Estos in- dígenas, que en todo son el prototipo del salvaje, carecían en absoluto de herramientas de trabajo, de tal manera que las rozas las preparaban arran- cando los arbustos con las manos y con una espe- cie de hachas muy gastadas que ellos conservan desde tiempo inmemorial. El caminar de estos in- dios es singular: parecen saínos entre los mato- rrales de la selva. Su Señoría, que conoce bien las estrechas sendas de los indios reducidos hasta el presente, que son de tipo común, podrá formar- se idea de cómo serán las de estos indios. « La industria de estos indios es de hilados y tejidos, y lo hacen mejor que los otros indígenas y aun que los civilizados, si hemos de apreciar en loque valen las mantas y mochilas que usan. Sus casas son bien construídas, y se dedican a la cría de gallinas. Esta ranchería de Maraca parece un museo zoológico: tienen disecados toda clase de pajaritos, y ¡qué horrorosa admiración nos causó ver que disecan -sus difuntos, y después de en- cerrarlos herméticamente en un talego tejido por ellos, les hacen servir de asientos! De modo que no tienen ningún respeto a sus muertos, cosa muy singular y no vista aún en la historia del pueblo más envuelto en el paganismo. < Les hicimos algunos regalos, y nos pidieron que regresáramos pronto y que les lleváramos ma-
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