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$ 20 cosa igual a la montaña azul, encantador oasis de nuestra primera expedición. <Los indios poseen ya una pequeña idea de las ventajas de la civilización; tienen profundo respe- to a los civilizados y a la propiedad ajena; conocen algo de las buenas costumbres; han aprendido muchas palabras de nuestro idioma castellano; empiezan a conocer nuestro sistema de contar, y en general son agradecidos y modestos. <Creo que la enseñanza viva y práctica de las cosas es el mejor sistema de educación para estos imdios, por lo cual he resuelto, si Su Señoría no me lo impide, llevarme mi esposa para allá. Ella, con mi sirvienta, mi niñito, que me echaré a cues: tas, v dos muchachos más, me servirán, las prime- ras, para establecer ciertas costumbres femeninas, como por ejemplo, ense*ar a las indias a vestirse con más decoro, a lavarla ropa con jabón, a coser, etc., y los segundos, con sus juegos infantiles, a despertar en los pequeños motilones el amor a una vida nueva, y a facilitarles con su trato la me- jor manera de aprender el lenguaje.» Indios motilones de Fernambuco. Providencialmente prendió la chispa de la civili- zación en el corazón de los primeros reducidos, y sigue sin extinguirse por toda aquella comarca. Fernambuco es un caño de agua permanente que dista unas dos horas de Codazzi, a la parte oeste, en donde sus habitantes tenían planta- ciones de maíz, yuca, plátano, guineo y caña en
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