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ENTRADA DE LOS INDIOS MOTILONES EN CODAZZI La labor de los Padres Misioneros con los va- lientes hijos de Codazzi no se limitó a visitar con frecuencia a los indios en sus guaridas y en la montaña, sino que su empeño y aspiraciones cifrá banse en conducirlos a la población con la misma mansedumbre con que los habíamos reducido. Y en efecto lo consiguieron. Un día del mes de octu- bre el pueblo se puso de fiesta, las casas quedaron casi desiertas, inmenso gentío se agrupó a las afueras de la población. ¿Y qué era? Un conside- rable grupo de indios motilones, conducidos por los misioneros, bajaban de la montaña, y aunque turbados y con paso incierto, se dirigían al pueblo de Codazzi, no armados y en són de guerra, sino mansos como tiernos corderillos. LOS INDIOS CONTINÚAN VISITANDO LA POBLACIÓN ¿De cuántas cosas no se les dotó a los pobres indios en su primera visita a una población civili- zada de la cual nada en absoluto conocían? “Todo les era extraño y les causaba admiración: las gen- tes, los objetos, las casas, las calles, para ellos era novedad cuanto veían. Cargados de muchos objetos y regalos, trans- curridas tres horas, dijeron los indios a los Misio- neros: Jinca, finca (vámonos, vámonos), y na- die los pudo detener. Como dádivas quebrantan peñas, al decir del adagio cervantino, tánto regalo
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