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_ 53 o niendola bajo la dependencia del Gobierno.re publicano.” Algo parecido sucede en las Misiones del Ca quetá, donde los Misioneros ejercen la autori dad civil, apoyada por el Gobernador de Nari ño, con los mismos resultados que en Bolivia, pues ya cuentan los Padres Misioneros en el valle de Sibundoy varios y 'muy bonitos pue blos, levantados con este sistema de reducción. Sin embargo, creo que el sistema ideado por el señor General Uribe daría los mismos resulta dos con más rapidez, y se presta a ensayarlo en todas las tribus esparcidas por Colombia, ya que los tres factores de que se compone su pro yecto: la fuerza, la palabra y la religión, pueden adaptarse a toda suerte de indios, por perver sos e indómitos que sean. Hemos perdido un siglo de apostolado, por haberlo empleado en la mutua destrucción y ruma; nuestros hermanos de los bosques tam bién son colombianos y tienen los mismos de rechos que hemos conquistado nosotros con nuestra emancipación; hasta ahora sólo les ha tocado el pan de la tribulación; el látigo del se ñor pesa sobre sus costillas como en los prime ros tiempos de la Conquista, y lo que se ha in tentado desde la Regeneración a esta parte es insuficiente para recuperar el tiempo perdido. Termino con las palabras del señor Uribe: “Cometimos imperdonable falta al no cuidar como nos cumplía de la educación intelectual y religiosa del indio; empleemos ahora todos los medios a nuestro alcance para reparar el mal que hicimos, y procuremos ligarlos a nosotros por los lazos de la fraternidad cristiana, y ven cer con maña y paciencia la resistencia a la vida social engendrada en su espíritu por las violen clas de nuestros antepasados. Esta es la verda dera política cristiana, no la que se enseñorea merced a la punta de la espada. Para el buen éxito de la labor conviene conducirla por cami

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